La Comisión Europea también se equivoca en sus previsiones. Si no, que se lo cuenten a los cientos de miles de ganaderos de toda la Unión que hoy sufren precios hundidos en origen, sacrifican animales y cierran explotaciones.Hoy, la realidad es que sobra leche en todos los países comunitarios. Se han venido abajo los precios en origen, llegando en algunas zonas hasta los 0,20 euros por litro. En algunos países se está produciendo un recorte masivo de animales en las explotaciones de leche o el abandono de las mismas. Finalmente, las medidas de intervención comunitarias para regular los mercados se han manifestado insuficientes para resolver el problema.
En el sector español la situación es especialmente grave debido a la existencia de unos costes de producción superiores a otros países. Ello está afectando negativamente tanto a los ganaderos como a las propias industrias a la hora de competir en un mercado único.
España tiene una cuota de producción de solamente 6,24 millones de toneladas para venta directa, frente a una demanda de leche y productos derivados de casi nueve millones de toneladas. Este déficit de producción en relación con la demanda interior se ha cubierto tradicionalmente con importaciones procedentes de otros países comunitarios, fundamentalmente Francia y hasta de Portugal.
Estas importaciones de leche se han llevado a cabo en diferentes frentes. Por un lado, las han realizado las propias industrias españolas, tanto las de capital nacional como las filiales de grupos franceses, ante la necesidad de ofrecer precios baratos a la gran distribución a partir de una materia prima adquirida a precios más bajos.
Consecuencia de las entradas masivas por una u otra vía de leche o productos derivados y a pesar de que esta campaña tampoco se va a cubrir la cuota de producción asignada a España, sobra más leche que nunca. En ese escenario, los ganaderos, frente a los 0,48 euros litro que llegaron a percibir hace un año, en la actualidad se deben contentar con cobrar 0,30 euros. Las industrias, que en muchos casos han sido las causantes de los problemas en el campo, en la actualidad son también víctimas de las exigencias de la gran distribución y de la caída de la demanda. Las empresas han visto crecer sus stocks hasta el punto de que, en algunos casos, han decidido no sólo bajar los precios, sino dejar de recoger leche a los ganaderos, que al final son quienes pagan todos los platos rotos.
En la actualidad el número de explotaciones se sitúa solamente en unas 24.000, frente a las 130.000 de mediados de los noventa. Las organizaciones agrarias reclaman también planes de abandono para ajustar el sector, así como apoyos para la mejora de las explotaciones que opten por seguir en la actividad. Para defender la demanda de un producto nacional, han llegado a plantear la posibilidad de que en el cartón se pueda poner la leyenda "leche española". En la misma línea de defender los intereses del sector español, desde la industria láctea -con una facturación de unos 8.000 millones de euros y casi 30.000 puestos de trabajo directos- se aboga por un plan de reestructuración de la leche desde la producción a las empresas.
Ese plan, que se quiere negociar a corto plazo con la Administración, debería contemplar desde la estructura y la propia ubicación de las explotaciones ganaderas hasta la política industrial y de comercialización.
En el sector español la situación es especialmente grave debido a la existencia de unos costes de producción superiores a otros países. Ello está afectando negativamente tanto a los ganaderos como a las propias industrias a la hora de competir en un mercado único.
España tiene una cuota de producción de solamente 6,24 millones de toneladas para venta directa, frente a una demanda de leche y productos derivados de casi nueve millones de toneladas. Este déficit de producción en relación con la demanda interior se ha cubierto tradicionalmente con importaciones procedentes de otros países comunitarios, fundamentalmente Francia y hasta de Portugal.
Estas importaciones de leche se han llevado a cabo en diferentes frentes. Por un lado, las han realizado las propias industrias españolas, tanto las de capital nacional como las filiales de grupos franceses, ante la necesidad de ofrecer precios baratos a la gran distribución a partir de una materia prima adquirida a precios más bajos.
Consecuencia de las entradas masivas por una u otra vía de leche o productos derivados y a pesar de que esta campaña tampoco se va a cubrir la cuota de producción asignada a España, sobra más leche que nunca. En ese escenario, los ganaderos, frente a los 0,48 euros litro que llegaron a percibir hace un año, en la actualidad se deben contentar con cobrar 0,30 euros. Las industrias, que en muchos casos han sido las causantes de los problemas en el campo, en la actualidad son también víctimas de las exigencias de la gran distribución y de la caída de la demanda. Las empresas han visto crecer sus stocks hasta el punto de que, en algunos casos, han decidido no sólo bajar los precios, sino dejar de recoger leche a los ganaderos, que al final son quienes pagan todos los platos rotos.
En la actualidad el número de explotaciones se sitúa solamente en unas 24.000, frente a las 130.000 de mediados de los noventa. Las organizaciones agrarias reclaman también planes de abandono para ajustar el sector, así como apoyos para la mejora de las explotaciones que opten por seguir en la actividad. Para defender la demanda de un producto nacional, han llegado a plantear la posibilidad de que en el cartón se pueda poner la leyenda "leche española". En la misma línea de defender los intereses del sector español, desde la industria láctea -con una facturación de unos 8.000 millones de euros y casi 30.000 puestos de trabajo directos- se aboga por un plan de reestructuración de la leche desde la producción a las empresas.
Ese plan, que se quiere negociar a corto plazo con la Administración, debería contemplar desde la estructura y la propia ubicación de las explotaciones ganaderas hasta la política industrial y de comercialización.
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