"Se las expropio, no tengo problema. Y les pago con papeles. Además, no creo que les vaya a pagar con dinero contante y sonante", fue el mensaje que envió Chávez a los propietarios el 28 de febrero pasado, cuando ordenó la inspección militar de las plantas procesadoras de arroz más importantes del país como primer paso para alcanzar la "soberanía alimentaria". Esa misma semana decretó la expropiación de la planta arrocera de la empresa estadounidense Cargill y de la finca El Piñal, propiedad de la papelera irlandesa Smurfit Kappa Group. La falta de capacidad de pago -por la que aún no se han concretado las nacionalizaciones de tres cementeras, de un banco y de una siderúrgica decretadas por Chávez el año pasado- no sería un impedimento para seguir adelante con el pase a manos públicas de los medios de producción.
Tras ser reelegido presidente para un segundo mandato, en diciembre de 2006, Chávez anunció que tomaría la propiedad de los "medios estratégicos de producción" y nacionalizaría todo aquello que había sido privatizado. Un mes más tarde, el Gobierno cerró tres operaciones con las compañías que dominaban los sectores eléctricos y de las telecomunicaciones con una inversión inicial de 1.417 millones de dólares: negoció con la compañía estadounidense Verizon la compra de la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos de Venezuela (CANTV), que domina la telefonía móvil y fija del país; compró a la estadounidense AES la Electricidad de Caracas, la mayor eléctrica privada del país, y la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) adquirió la eléctrica Seneca, de la compañía estadounidense CMS Energy. Ese año el petróleo venezolano se vendió a un promedio de 65 dólares por barril (hoy está en torno a 40) y los precios estaban en ascenso.
Los problemas de caja comenzaron a manifestarse en 2008, cuando el Gobierno intentó extender las nacionalizaciones a los sectores de la construcción, la siderurgia y la banca. Entre abril y junio, Chávez ordenó la nacionalización de la siderúrgica Ternium Sidor y de las cementeras Cemex (México), Holcim (Suiza) y Lafarge (Francia). Y en julio anunció la compra del Banco de Venezuela, filial del Banco Santander. En su conjunto, según estimaciones extraoficiales, estas adquisiciones sumarían más de 4.000 millones de dólares. Y aunque los ingresos de Venezuela se dispararon cuando el petróleo venezolano superó la barrera de los 120 dólares por barril, hasta el momento ninguna de estas operaciones se ha concretado por falta de fondos.
Ante la perspectiva de la recesión mundial y la caída de los precios del crudo, en enero de 2009 el ministro de Finanzas, Alí Rodríguez Araque, apuntó la posibilidad de suspender la compra del Santander. Así también lo aconsejó Armando León, el más antiguo de los directores del Banco Central de Venezuela, para quien ya no es viable continuar con este ritmo de nacionalizaciones: "No podemos adquirir empresas que a la vuelta de tres meses son un desaguadero y generan pérdidas. (...) Si en un determinado momento alguien pensó que se podía tener cierta laxitud mientras una empresa pasaba de un modelo de producción a otro, ya eso se acabó porque las pérdidas de una empresa terminan cargándose el presupuesto", dijo León en una entrevista publicada por el diario Últimas Noticias.
Tras ser reelegido presidente para un segundo mandato, en diciembre de 2006, Chávez anunció que tomaría la propiedad de los "medios estratégicos de producción" y nacionalizaría todo aquello que había sido privatizado. Un mes más tarde, el Gobierno cerró tres operaciones con las compañías que dominaban los sectores eléctricos y de las telecomunicaciones con una inversión inicial de 1.417 millones de dólares: negoció con la compañía estadounidense Verizon la compra de la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos de Venezuela (CANTV), que domina la telefonía móvil y fija del país; compró a la estadounidense AES la Electricidad de Caracas, la mayor eléctrica privada del país, y la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) adquirió la eléctrica Seneca, de la compañía estadounidense CMS Energy. Ese año el petróleo venezolano se vendió a un promedio de 65 dólares por barril (hoy está en torno a 40) y los precios estaban en ascenso.
Los problemas de caja comenzaron a manifestarse en 2008, cuando el Gobierno intentó extender las nacionalizaciones a los sectores de la construcción, la siderurgia y la banca. Entre abril y junio, Chávez ordenó la nacionalización de la siderúrgica Ternium Sidor y de las cementeras Cemex (México), Holcim (Suiza) y Lafarge (Francia). Y en julio anunció la compra del Banco de Venezuela, filial del Banco Santander. En su conjunto, según estimaciones extraoficiales, estas adquisiciones sumarían más de 4.000 millones de dólares. Y aunque los ingresos de Venezuela se dispararon cuando el petróleo venezolano superó la barrera de los 120 dólares por barril, hasta el momento ninguna de estas operaciones se ha concretado por falta de fondos.
Ante la perspectiva de la recesión mundial y la caída de los precios del crudo, en enero de 2009 el ministro de Finanzas, Alí Rodríguez Araque, apuntó la posibilidad de suspender la compra del Santander. Así también lo aconsejó Armando León, el más antiguo de los directores del Banco Central de Venezuela, para quien ya no es viable continuar con este ritmo de nacionalizaciones: "No podemos adquirir empresas que a la vuelta de tres meses son un desaguadero y generan pérdidas. (...) Si en un determinado momento alguien pensó que se podía tener cierta laxitud mientras una empresa pasaba de un modelo de producción a otro, ya eso se acabó porque las pérdidas de una empresa terminan cargándose el presupuesto", dijo León en una entrevista publicada por el diario Últimas Noticias.
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